Somos Springfield, pero con dengue y sucundunga | Por Cristian Muriel
Opinión Política ProvincialesPor
Para “contribuir a la prevención sanitaria”, el Instituto de Cultura propone a los chaqueños actividades recreativas sin salir de casa, como recorridas por museos virtuales o escuchar música en la radio. Bailar en casa.
No es raro que por cosas como esa, aunque Jorge Capitanich diga que no está comprobada la circulación viral y no se suspenderán las clases, los sindicatos docentes decreten un paro de una semana. Sólo al Alcalde Diamante se le ocurriría poner en cuarentena cuatro ciudades y después mandar a los vecinos a lavarse las manos. Somos Springfield. Pero con dengue y sucundunga.
EL VIRUS ES MENTAL
Detrás de los errores de abordaje, de planificación y de comunicación hay una responsabilidad política que tiene explicación pero que no debería ser utilizada para sacar provecho. Sobre todo porque peores errores que los que se cometen en Chaco los vienen cometiendo los gobiernos de los países más desarrollados y poderosos del mundo, porque nadie está preparado para un super-virus de alcance global cuya única debilidad, por el momento, es ser menos letal que la Gripe A.
Es cierto: la infraestructura sanitaria chaqueña está abandonada desde hace mucho tiempo, y los últimos doce años estuvo a cargo o de Jorge Capitanich o de su sucesor y ahora predecesor, Domingo Peppo, pero de nada sirve ir por ese camino. La prioridad hoy es la prevención.
Por eso –y porque ya era un problema antes del coronavirus– el mayor peligro, por su circulación viral imparable, son las fake news por Whatsapp y el periodismo de anticipación de jadeantes comunicadores que usan sus redes para matar gente en la víspera, desesperados por tener la primicia antes que sus colegas. Esa gente tiene un virus mental.

NOSOTROS SÍ, ELLOS NO
Fue también en Whatsapp donde el ministro sin cartera Francisco ‘Tete’ Romero pidió a los “compañeros” eludir los cantos de sirena de los “canallas” que quieren aprovechar la paranoia por el coronavirus para desmoronar el trabajoso inicio de clases que se logró a resultas de mucho diálogo.
Pero en algo se equivoca ‘Tete’, ganado por la indignación pero intoxicado por la soberbia: si el jefe de un organismo o empresa del Estado puede suspender la atención al público por temor al coronavirus, ¿por qué la asamblea soberana de una docena de sindicatos docentes no puede decretar un paro para evitar una tragedia sanitaria?
No puede haber prevención basada en hábitos higiénicos en las escuelas si no está garantizada la higiene elemental de esos edificios. Los baños de no pocas escuelas del centro de Resistencia son verdaderos sumideros; en la periferia y en algunos parajes del interior, ni siquiera hay baños adentro. ¿Quién se anima a mandar a un chiquito de primer grado a lavarse las manos allí? ¿Y a los docentes quién los cuida? ¿Tete?
FANTASMAS
Estamos igual que cuando salió la famosa publicidad de “Póntelo, pónselo”, en 1990, cuando arreciaba esa misteriosa enfermedad que varios años después de su descubrimiento todavía era llamada “peste rosa”.
Nos mandan a lavarnos las manos, a estornudar en la parte anterior del codo, y nos dicen que si nos sentimos mal y no nos auto-reportamos, nos caerán con toda la fuerza de la ley.
Por eso seguimos pensando que el Covid-19 es la enfermedad del Fin del Mundo. Si creerle a los políticos no es una opción en un día nomal, menos lo será en una emergencia cuando, para colmo, se contradicen en cada comunicado.
“Los comienzos de la epidemia [de Sida] se dieron en un contexto para nada favorecedor que incluyó la falta de información y el miedo. Porque cuando no se conoce, se teme”, decía tiempo atrás el infectólogo argentino Pedro Cahn. Como si hablara del Covid-19.
Pero la campaña del terror 2020 es más masiva que la provocada por la aparición del VIH/Sida, con mensajes contradictorios e imparables que se cuelan por todos lados. Es un sálvese quien pueda con imbéciles sacando provecho en cada esquina.

MÁS CIENCIA Y MENOS SUCUNDUNGA
La ciencia, en tanto, hace lo que puede. Los médicos también.
Con autoridad, frío y sereno, el encargado de la Dirección de Emergencias Médicas (DEM), Nicolás Ivancovich, le explicaba anoche al periodista y médico Nelson Castro cuál era el estado de situación en la provincia. Lo suyo son los protocolos de acción y no las especulaciones. Castro y los médicos que estaban con él en el panel de TN lo entendieron. Y eso que se estaba anunciando la primera infección por coronavirus Covid-19 en un niño.
El desborde de pacientes, el caos logístico, tienen la misma magnitud en Resistencia (6 casos confirmados, 1 muerto) que en Bolonia (3093 confirmados en la región Emilia-Romagna, 284 muertos) o en Denver (101 casos confirmados, 1 muerto). En ninguna de esas ciudades hay suficientes camas para atender a todos los potenciales pacientes, por lo que la clave es tomar medidas preventivas y mantener la calma, evitar las reuniones masivas y estar atentos a posibles síntomas. Como los animales, que cuando les duele algo se quedan quietos hasta que se les pasa.
No se trata de que todos vayamos a morir por culpa del Covid-19, sino de prevenir el contagio que, más temprano que tarde, afectará a los grupos de riesgo, que en el Chaco son los mismos que en EEUU o en Italia, pero con un riesgo incremental asociado a las “comorbilidades”, a los altos índices de pobreza e indigencia y a la pobre infraestructura sanitaria, donde ya están presentes otros males tercermundistas como el dengue, la fiebre amarilla, el chagas, la tuberculosis, el sarampión y la desnutrición.
De nada sirve que el Gobernador y sus funcionarios se enojen con la gente, incluso con los estúpidos, por temerle a un virus. Ellos viven “en el temor de Dios” y los ateos no se lo reprochan.