Fuego a la derecha, diálogo a la izquierda
Opinión Política ProvincialesPor Cristian Muriel
El asalto al Capitolio por parte de la militancia trumpista confirma que la derecha sufre de intolerancia crónica a la democracia. Para cuando Twitter y Facebook le bloquearon las cuentas a Donald Trump, sus acólitos ya habían saqueado el Congreso ante millones de telespectadores; “A dark day in the country’s history”, describió el New York Times. El saldo: cinco muertos antes del toque de queda en Washington.
El cóctel pandémico de confinamiento, caída de la economía y desempleo (EEUU ya supera los 4 mil muertos por día por Covid-19 y perdió 140 mil puestos de trabajo sólo en diciembre) acentuó asimetrías y generó las condiciones para profundizar todas las brechas. De 2012 a esta parte doce ciudadanos negros fueron asesinados por “el hombre blanco”, pero el homicidio de George Floyd en plena pandemia desató movilizaciones y saqueos en 75 ciudades. Probablemente desde la “marcha sobre el Pentágono” del 24 de abril de 1971 en EEUU no se generaba un auténtico “movimiento de masas” como los que se vieron en 2020.
También queda claro que el Gran País del Norte no sabe manejar el conflicto social, y menos convivir con él.
Pero el fenómeno de los incendios por derecha es global y excede al coronavirus. Trump, que ganó en 2016 minando las redes sociales de fake news contra sus adversarios, termina su mandato convocando, también en las redes, a la desobediencia civil contra un gobierno que todavía no asumió. Jair Bolsonaro ganó con los mismos métodos, incluso perfeccionados, y nadie se sorprendería si preparara un golpe autogestivo para 2022.
¿Y por casa?
Profecías autocumplidas
Antes de que Jorge Lanata inventara singladuras para alimentar el futuro lawfare contra CFK, Elisa Carrió le informaba a la embajada de EEUU: “Kirchner será reelecto en 2007 pero no podrá modificar la Constitución para postularse de nuevo en 2011 porque caerá antes de tener la chance”. Kirchner “cayó”, es cierto, en 2010, pero por problemas coronarios. Y lo que vino, para la derecha, fue todavía peor.
“Argenzuela, país con dos capitales en América del Sur, Buenos Aires y Caracas, también fue creada por el acuerdo político de dos poderes cuasi monárquicos, el de los Kirchner y el de Chávez”, escribía Héctor Schamis en un artículo publicado por El País de España en 2014, y profetizaba: “No será para siempre, y esperemos que no sea medio siglo y con una guerra en el camino, pero Argenzuela dejará su marca”. Con estas reflexiones se atajaba ante el presunto fracaso de un futuro gobierno de derecha, y ante una eventual guerra civil si la derecha no ganaba en las urnas. La culpa sería de los K.
Entretanto, la complicidad de la prensa menor, rigurosamente ideológica y sin apenas intereses reales en los beneficios derivados de un gobierno neoliberal, hizo su aporte federal: hizo oposición durante el kirchnerismo, revisionismo durante el macrismo, y de nuevo oposición tras el triunfo de Alberto y Cristina. Y en términos económicos amasó pequeñas fortunas durante el kirchnerismo, las fugó durante el macrismo y ahora fantasea con la idea de irse a la mierda porque este país es inviable.
Conflicto social y gestión de la crisis
Si hay algo en lo que le pasamos el trapo a EEUU, es en la convivencia perpetua con el conflicto social. De los años noventa a esta parte, gobiernos y movimientos sociales desarrollaron una relación simbiótica que, mal que les pese a los comerciantes, a los empleados públicos y a los dirigentes sindicales, es una paritaria a toda ley. Mientras los gremios reclaman aumentos de sueldo para no caer en la pobreza, los piqueteros reclaman comida, trabajo y tierra para salir de la indigencia. Todos van por las garantías constitucionales incumplidas. A veces marchan los piqueteros, a veces marchaba UPCP.
En Chaco 2021, unas seis o siete organizaciones están a un whatsapp de distancia de movilizar un promedio de 1600 piqueteros en un par de horas. Si el gobierno desoye el reclamo o incumple compromisos, ese número fácilmente se triplica; si el gobierno saca un oído de la Biblia y lo pone en el pueblo, las tensiones ceden.
Lo irrisorio de esa masa crítica movilizada frente a los casi 70 mil empleados de la administración pública provincial y a los más de 50 mil trabajadores del sector privado, y los problemas cotidianos que ocasionan cortes y piquetes, plantea la pregunta de por qué un gabinete entero no fue capaz de solucionar las cosas, al punto que terminó haciéndose cargo personalmente el gobernador.
Hoy más que nunca, el conflicto social debe ser abordado con sensibilidad y flexibilidad, y sin intermediarios, algo que Jorge Capitanich parece haber comprendido en las postrimerías del 2020, frente a la teoría del orden que quisieron implementar los “halcones” del gabinete, sin comprender que cuando tenés 5000 personas en la calle tu respuesta no puede ser una apelación al uso responsable del barbijo o un Olivello y un camión hidrante.
Ojalá el camino del diálogo se profundice en 2021, un año que no parece augurar recuperación económica del tipo “década ganada”. Si hay incendios, vendrán por la derecha.