Grandes obras
Opinión Política ProvincialesPor Cristian Muriel
I
Una mañana a principios de los noventa mi padre entró a las oficinas de una importante empresa constructora en el barrio porteño de Retiro. Era un ingeniero sin trabajo en pleno menemismo. Sentado en su despacho amplio e iluminado lo esperaba un hombre de su edad. Mi padre lo reconoció por su apellido, estampado en la entrada del edificio y en carteles de obra de todo el país.
Luego de hojear su currículum y repasar su trabajo en la represa de Cabra Corral y un par de proyectos de ingeniería que parecían sacados de un catálogo del realismo socialista, el hombre le dijo: “Veo que estuviste en grandes obras; bueno: en la Argentina ya no se hacen grandes obras”.
Entonces le ofreció hacer un camino de montaña en la Cordillera.
El empresario tenía razón: “infraestructura” era una palabra en desuso. Las obras más grandes que había para hacer eran las rutas, y eran excepcionales. Los microemprendimientos habían llegado para quedarse: viviendas, tinglados, parches para una economía en llamas.
En Chaco, la última gran obra de infraestructura, producto de una catástrofe natural, había sido una frustración histórica: el “Plan de Defensa del Gran Resistencia”, del que hoy sobreviven segmentos de terraplén que dividen barrios y le aportan a la zona su pintoresca paisajística.
II
La tarde del lunes, en la jornada previa a la inauguración de la planta de tratamiento de residuos cloacales en las afueras de Resistencia, el gobernador Jorge Capitanich invitó a la prensa a una charla por Zoom.
Estaba emocionado de verdad, pero también contrariado porque nadie parecía visualizar la magnitud de esa inauguración. No era cortar la cinta de una comisaría refaccionada, era una de esas míticas “grandes obras”. Y no sólo los números daban escalofríos sino la odisea que significó concretarla.
Por eso le molestó la mención de un periodista al decreto que autorizaba la concesión del dragado del Riacho Barranqueras a una empresa extranjera. Un diputado aliado hasta lo había tildado despectivamente de “desarrollista”. Pensé que la respuesta del gobernador iba a ser: “¿Y por qué no lo draga él?”, pero se recompuso, dejó atrás el malhumor y volvió a los números.
En apretada síntesis, Capitanich empezó a gestionar la obra en 2007, a meses de haber asumido su primer mandato. Dos veces por año viajaba a EEUU para convencer a los técnicos del Banco Mundial de que la financiaran. El gobierno de Cristina y el Programa Norte Grande fueron un apoyo fundamental para apuntalar el proyecto, y en 2013 se logró la aprobación por parte del organismo de crédito. Ciento sesenta y cinco millones de dólares de los que el Chaco no tenía que devolver un centavo. En 2014 se licitó. Era tan grande que varias empresas tuvieron que formar una UTE para poder hacer frente al desafío. En 2015 los avances eran de más del setenta por ciento. En diciembre de ese año ganó Macri y la obra se detuvo. En cuatro años avanzó un veinte por ciento, a regañadientes.
III
Macri paralizó obras en todo el país: decenas de miles de viviendas, redes de alta tensión, infraestructura ferroportuaria. Fueron cuatro años de inactividad. Tenía otra agenda, que funcionarios como Víctor Zimermann, encargado del Plan Belgrano para la región, ocultaban con cinismo. A dos meses de haber asumido, Chaco había perdido 10 mil empleos formales en la construcción y todas las obras estaban paradas.
Pero, ¿por qué no seguir con acciones que tenían financiamiento garantizado? ¿Por qué no apropiarse con picardía política del esfuerzo que habían hecho otros para sacar rédito electoral, si ni siquiera había que tomar nueva deuda?
Para Santiago Cafiero, jefe de Gabinete, Macri lo hizo porque era consciente de que las obras de infraestructura en las que la mayor parte de la inversión está soterrada, no se ven. Y si no se ven, no se puede hacer propaganda, como cuando se ponía en cuclillas y decía “¡Este pavimento no es relato, es real!”.
Este cronista discrepa: la razón de Macri no fue marketinera, fue ideológica.
Macri no tenía problemas con endeudar al país por cien años; lo que no quería era el desarrollo nacional; su programa era el enriquecimiento de los compinches y el empobrecimiento de la Nación. Macri desprecia la movilidad social; prefiere mano de obra esclava en talleres clandestinos en lugar de trabajadores en blanco y márgenes de ganancia razonables.
Macri no sólo elevó la deuda externa bruta 76 por ciento, hasta los US$ 277.648 millones, y dejó vencimientos por casi US$ 200.000 para los cuatro años del próximo gobierno, sino que permitió la fuga de US$ 88.371 millones. En esa etapa las tarifas se dolarizaron y también se dispararon. Igual que la inflación.
No sólo no había grandes obras: no se permitía que avanzaran las existentes, y esa decisión política también ocasionó enormes gastos, porque reactivar una obra paralizada es, también, una epopeya muy cara.
IV
Por eso Capitanich estaba emocionado. No sólo porque esta gran obra, con tecnología de punta a nivel mundial, la segunda en Latinoamérica de estas características, es la base de la universalización del acceso a las cloacas de más de medio millón de chaqueños y chaqueñas, sino porque logró revertir una política antinacional criminal, con pandemia y todo, y piensa seguir por esa senda con el acueducto y las obras de interconexión eléctrica para mejorar la oferta energética.
Mientras Capitanich hablaba durante la inauguración, en la transmisión de Facebook Live una señora se quejaba por escrito: “Gobernador, en la campaña prometió que iba a asfaltar todos los barrios de la Zona Sur y no cumplió”.
Es cierto, la infraestructura soterrada no se ve.
Pero está y es bueno saberlo.