Sangre de pato
Opinión PolíticaPor Cristian Muriel
Cuando el expresidente Mauricio Macri dice que el coronavirus “es una gripe fuerte”, no le importa que la pandemia se haya cobrado más de 88 mil vidas en el país no sólo porque ya se vacunó en Miami, sino porque tiene una visión política, como la de Jair Bolsonaro y Donald Trump, de un mundo sin débiles que estorben. Es su ‘filosofía’, su codificación del mundo y, de hecho, su ‘Weltanschauung’, su cosmovisión.
Hagamos memoria: en 2016 les reprochó a los argentinos que si andaban en sus casas en remera y en patas en pleno invierno estaban desperdiciando energía. Se quedó absorto cuando le llovieron las puteadas. Y en 2018, impasible a pesar del duelo, acusó a su padre de corrupto para desembarazarse de los cuestionamientos a su gestión y para enfatizar que durante el kirchnerismo se pagaban coimas, todo esto mientras operaba para condonar la deuda del Correo regenteado por la familia, producto de años de evasión de impuestos y cánones contractuales.
En esa entrevista con Majul, el Mauricio más genuino estaba definiendo “meritocracia” según el Grupo Macri, que hizo sus mejores negocios durante la dictadura, régimen que co-condujo junto a otros meritócratas como Acindar, Arcor, Bridas, Bemberg, Bunge y Born, Clarín, Loma Negra, Pérez Companc y Techint.
Por eso Rodolfo Walsh, en su Carta Abierta a la Junta, dice: “Han restaurado ustedes la corriente de ideas e intereses de minorías derrotadas que traban el desarrollo de las fuerzas productivas, explotan al pueblo y disgregan la Nación”, y “En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada”.
Entre el ’76 y el ’83 el holding familiar pasó de tener 7 empresas a tener 47 cartelizando la energía, la metalmecánica, la alimentación y la construcción, y chupando, en un proceso de “privatización periférica”, servicios estatales que eran rentables. Se enriquecían mientras controlaban la economía nacional, como señala Martín Schorr, influyendo en las principales variables macroeconómicas.
Y como co-gobernaban, accedieron junto a un puñado de empresas privilegiadas a créditos por US$ 3 mil millones que no pagaron. Eventualmente la dictadura les estatizó la deuda, es decir que el resto de los argentinos que desperdician energía andando en remera y en patas se hizo cargo de la plata que los meritócratas se fumaron.
Macri no dice barbaridades por insensibilidad personal sino por instinto depredador de clase. Él y sus amigos abonan los privilegios inmanentes, el abolengo conquistado a fuerza de negocios espurios, y después piden sacrificios.
Son naturalmente enemigos del pueblo trabajador. Incluso desprecian al pueblo radical que los cree gentlemen que “no necesitan robar porque les sobra la guita”.
“Me dicen y sé que hay mucha gente que le cuesta llegar a fin de mes”, le dijo a Majul en aquella entrevista. La verdad no se le puede reprochar moralmente nada.