Tiempos bravos

Opinión Política

Por Cristian Muriel

El gobierno de Alberto no gobierna: subsiste en la metáfora. La amenaza de expropiación de Vicentin talló en pocas semanas la caricatura de la impotencia, del recule dejando a miles de soldados con las armas en la mano. Por eso la retórica de la guerra contra la inflación terminó en cien por ciento de inflación.

Cuando los actores económicos le tomaron el tiempo, le impusieron el dólar soja mientras se pasaban por el forro los acuerdos de precios que firmaban cada tres o cuatro semanas, y lo castigaron con aumentos en los combustibles que descoyuntaron todas las cadenas de valor.

Hasta la Corte le hizo pito catalán primero con la integración del Consejo de la Magistratura y después favoreciendo escandalosamente a Rodríguez Larreta en la distribución de la coparticipación. El “juicio a la Corte”, para cualquiera que conozca la dinámica de este proceso político en el parlamento, está perdido de antemano.

Todos los días, entre inauguración e inauguración, como si fuera un intendente, Alberto dice cosas como “Que el Estado esté presente no es demagogia, es responsabilidad”; “Hay que terminar con las divisiones en la Argentina”, “El trabajo es dignidad”. Se carga solo.

Cederle la política económica a Massa fue un acto de contrición hacia el Fondo y los sectores agroexportador, energético y financiero. Mientras mejora la macro se profundiza la pobreza, y Alberto, como un rey loco o un hombre perdido, se jacta del crecimiento de la economía.

Pasamos sin solución de continuidad de la distribución de la riqueza a la teoría del derrame. Neoliberales vergonzantes. Ah, pero ojo que Wado mide. ¿Me estás cargando?

El peronismo perdió su mayor bandera histórica: la defensa de los intereses de los humildes. Y no lo digo sólo por promover una economía al servicio del capital, sino por haber abandonado políticamente a los descamisados. Los descamisados ya no son militantes peronistas: son piqueteros.

Recapitulando: el movimiento nacional y popular le cedió la economía al Fondo y a los capitales concentrados, metió en la pobreza a una parte de los sectores medios y le entregó su base de sustentación a las organizaciones político-sociales. Esas organizaciones hoy se preparan para competir en las PASO. Ya no son el peronismo ni en los papeles. Entretando, la oposición estudia cuál va a ser la forma más conveniente de gobernar a partir de diciembre.

Alberto, figura interina del postkirchnerismo (que la Historia dirá si fue el último vestigio del kirchnerismo o el primer paso trémulo, el primer equívoco de una nueva propuesta nacional y popular) ni siquiera alcanzó la altura sacrificial de Cámpora, porque en vez de entender su lugar histórico se negó a reconocer el liderazgo de Cristina. “Mi único jefe político fue Néstor”, era su frase preferida desde que supo que asumía. Hay que ser machirulo. O gil.

Entonces, ¿en qué lugar queda el peronismo de todo el país cuando Alberto propone -a instancias de Jorge Capitanich y otros dirigentes- una “Mesa Nacional del FdT”? Cuando dice que “estamos todos en el mismo bote”, ¿a quiénes quiere convencer? Y la única pregunta que me interesa a los fines de esta columna: ¿qué demonios piensa hacer Capitanich?

Se vienen tiempos bravos para el campo nacional y popular. Con o sin interna.