El teléfono negro
Opinión Provinciales SociedadPor Mónica Persoglia
La galería era larga, se comunicaba con un patio, colmado de plantas, helechos, crotos mezclados con macetas de hierbas, de yerba buena, menta y otras. Colgaba un aro de metal que se balanceaba con el loro de la casa, Pastor era su nombre.
Doña Pilar caminaba de un lado a otro pisando el talón de sus zapatillas negras tratando de llegar a la esquina de la pared donde estaba el teléfono con disco que se ubicaba más o menos a tres metros de la cocina comedor.
Pocos tenían este artefacto, las llamadas eran cortas para informar o después de las 22hs que era más barata la tarifa. Las conversaciones largas exigían una visita.
Todos sabían que debían esperar unos segundos para que la abuela respondiera o quizás un poco más y volver a llamar.
En un momento sucedió que aparecieron los aparatos de color rojo como el que usaba una actriz.
Luego aparece la revolución del celular y la comunicación fue al instante y cambia la modalidad de las personas, los sentimientos y reacciones, la cultura del YA, la inmediatez, el enseguida, la impaciencia para esperar.
La modalidad de usarlo en momentos de óseos, de querer compartir, urgencias o ansiedad y a cualquier hora.
La pantalla llegó a atrapar la atención, los ojos están casi permanente en ella y el celular se convierte casi en un apéndice. Una herramienta útil pero posesiva. Sus beneficios se siguen desarrollando, las personas lo usan, la disfrutan y crean una dependencia.
Fueron tan grandes los cambios que aquel teléfono negro a disco, que a veces se le ponía un candadito para no gastar llamadas, ahora ocupa un lugar en el recuerdo y en los museos.