El precio del vacío
Opinión Política ProvincialesPor Cristian Muriel
A principios de 2016, en los albores del macrismo, consulté al entonces diputado nacional Martínez Campos sobre su repentino alejamiento del Frente para la Victoria para integrar un nuevo “bloque peronista”.
Su explicación, palabras más palabras menos, fue que el kirchnerismo ya no gobernaba pero que los diputados de La Cámpora seguían pensando que sí, y bajaban a los gritos al Recinto impartiendo órdenes como si nada hubiera pasado.
Me interesaba ese punto. Llamé entonces a un colega suyo que había decidido permanecer en el bloque kirchnerista “por lealtad a Coqui”. “No comparto la decisión pero creeme que la entiendo”, me dijo entre risas: “Son insoportables”.
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Por supuesto La Cámpora no causó la ruptura del peronismo. Pero la derrota electoral la agudizó. Y aunque los dirigentes que decretaron la muerte del kirchnerismo se apuraron al llamar al sepulturero, no se equivocaban en su diagnóstico sobre el “fin de ciclo”: el kirchnerismo -esa épica- había muerto.
La que no había muerto era Cristina.
El triunfo del FdT en 2019 fue fruto de su capacidad para unir los pedazos de un peronismo en fuga, así como de su caudal electoral. La unidad en la diversidad no fue porque el kirchnerismo los volvió a enamorar; fue porque Cristina los alineó. No fue magia.
Ahora bien: no hubo retorno a “la década ganada”. No hubo asado ni auto nuevo. Lo que comenzó fue otra cosa.
Si el gobierno de Néstor fue parido por la crisis del 2001, el del FdT fue hijo putativo de la deuda contraída por Mauricio Macri. Néstor pudo echar al Fondo con US$ 10 mil millones; Alberto no estaba en condiciones de levantar el muerto de US$ 45 mil millones.
Pero no terminamos de rodillas sólo por el poco margen para operar, sino por la falta de coraje para enfrentar al poder económico.
Ayer confesaba Wado de Pedro: “Prometimos volver a ordenar la vida de la gente en 2019 y llegó la pandemia, la guerra y la sequía, pero también podríamos haber hecho las cosas de otra forma con resultados mejores”. O sea: “No volvimos mejores”.
Entonces, ¿qué nos queda?
Siempre nos queda Cristina.
EL VACÍO
Anoche el gobernador Jorge Capitanich fue el orador principal del encuentro “El Nordeste con Cristina”, el segundo después del que tuvo lugar el 11 de marzo en Avellaneda.
Según los organizadores, hubo 15 mil participantes. Según los medios nacionales oficialistas (Télam, El Destape) no fueron más de 10 mil. Un amigo me tiró este dato: “En el cierre de campaña de 2021 Coqui metió más de 30 mil monos en Barranqueras. Si hubiera juntado 10 mil lo hubiese considerado un fracaso”.
No sólo la prensa nacional ninguneó el encuentro, publicado chiquito al lado de los saludos por el cumpleaños del presidente. Si se confronta el de anoche con el acto de Avellaneda, que hasta llegó a ser comparado por esa misma prensa con una “misa ricotera”, hay un dato mucho más emblemático: el faltazo de los dirigentes nacionales que estuvieron en la Universidad de Quilmes: Axel Kicillof, Máximo Kirchner, Wado de Pedro, Cuervo Larroque…
El “vacío” que le hicieron a Coqui Capitanich fue anticipado por Infobae, que horas antes habló de un operativo clamor “devaluado” al que la dirigencia nacional le había retirado sus embajadores.
“Cuando se trata de Cristina, La Cámpora siempre mete la cola”, me repetía este amigo impertinente a propósito de que “les cagaron los micros a los cumpas del interior”.
En mi opinión, los diez mil o quince mil participantes son lo de menos. No sigamos culpando a La Cámpora de estas cosas. Lo que sí merece alguna atención es la “militancia a reglamento” de los porteños y bonaerenses, pero sólo a los fines teóricos.
Esta mañana exclamaba una exdiputada chaqueña: “Lo que en realidad quieren es el dedo de Cristina para usufructuar su capital político, tanto en el Chaco como en otros puntos del país”.
Claro que sí. Y eso es una excelente noticia: en vista de que Cristina muy probablemente no va a ser candidata, el operativo clamor tiene por objeto persuadirla de bendecir al dirigente que mejor exprese su pensamiento y su acción, y retener al menos una parte de su caudal electoral. Es una interna rara, pero las hemos visto más raras. Sobre todo en Chaco.
En todo caso, me quedo con la reflexión de Capitanich: “La insatisfacción democrática no la vamos a resolver con gobiernos débiles que solamente son manipulados y utilizados por intereses corporativos”, pero advierto que si creemos que la vamos a resolver con una epopeya forzada mientras la mayor preocupación de la gente es pagar la luz, estamos muy equivocados.