La Plaza de Gustavo
Locales Opinión Política ProvincialesPor Cristian Muriel
Hubiera matado dos pájaros de un tiro y sacaba las chapas el 25. Gran Fiesta Gran. Pero Gustavo está desesperado y hará las justas inaugurales de la Plaza 25 de Mayo entre el 1 el 5 de ese mes. Cinco días y sus noches pletóricos de food trucks y timbaletas. Nueva Roma. Un año y pico después de haberla cerrado por completo para hacer una refuncionalización que nadie pidió y que la Plaza no necesitaba.
Más allá de cuánto se gastó y en qué, de por qué no se abordaron los cierres simultáneos de espacios verdes emblemáticos a través del presupuesto participativo y otras varias objeciones -algunas en la Justicia-, hay algo igual de preocupante.
Gustavo dice: “Vamos a poder disfrutar de una plaza renovada, moderna, segura e inclusiva. Nuestra plaza es nuestra identidad, estas obras realzan su valor y van a mantenerla protegida por muchos años”.
Es verdad que la plaza es “nuestra identidad”; es mentira que sea inclusiva. Reemplazar los bancos de madera por bloques de cemento en una ciudad como ésta es lo que los expertos denominan “arquitectura hostil”: una planificación urbana al servicio de la exclusión social. Y eso no se arregla con dibujitos Milo-style y panes de césped sobre la tierra seca.
Hace un lustro, Revista Bohemia entrevistaba a la arquitecta Andrea Benítez, investigadora del Instituto de Investigación y Desarrollo en Vivienda de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU) de la UNNE, que además formaba parte del Instituto de Investigación y Desarrollo del Territorio y el Hábitat Humano que sumaba expertos del Conicet y de la UNNE. Sí, la misma universidad en la que estudió y trabajó el arquitecto Agustín Romero, una de las manos derechas de Gustavo en la gestión, que claramente no tocó ningún pito en todo esto.
Vale la pena reseñar algunas consideraciones de aquella nota respecto a las “barreras arquitectónicas” de los “gestores de turno”, una tendencia global en muchas ciudades del mundo -CABA es un buen ejemplo- que buscan esconder la desigualdad social levantando muros que separan a los vecinos y convirtiendo sus espacios públicos en espacios de circulación.
“Eso es represión, represión física, psicológica y cultural. Represión, a veces muy velada y rara vez demasiado explícita, por parte de los que intentan crear un mundo urbano artificialmente simplificado, monofuncional y controlado”, apuntaba Benítez.
Y es que si el espacio público es el espacio político por excelencia, “la Plaza de Gustavo” expresa su manera de hacer política y prefigura el impacto en el tiempo de esas políticas. Bien escogido el nombre de “refuncionalización”: la plaza será absolutamente funcional: un lugar de paso: un lugar en el que nadie sienta la necesidad de detenerse y, mucho menos, de permanecer.