5 de octubre de 2023

Golpes

Opinión Política

Por Cristian Muriel

Ayer hablábamos del editorial que conectaba a un Emerenciano casi femicida con su condición de piquetero, de forma tal que más tarde fuera natural sacar el término “Emerenciano” del silogismo, poner allí una X, y conservar el término “piquetero” para criminalizar la protesta en toda regla, no ya por la afectación del tránsito sino por prohijar asesinos. Porque, ¿qué mejor lugar para refugiarse, si uno mata gente, que un movimiento social?

Mientras se redactaba ese brulote, el gobernador de Jujuy decretaba la prohibición de la protesta social, sindical y del tipo que sea en su sagrado suelo. Gerardo Morales, precandidato a presidente de Juntos, es uno de los que quieren repetir la receta de ajuste y represión de 2001, con la fantasía de que esta vez el pueblo la va a recibir con alegría. El marco legal que pretende otorgarle al disciplinamiento y la mano dura en su provincia (que arrancó con el encarcelamiento a Milagro Sala) es su bandera de presentación para terciar entre halcones y halcones. Avisa que va en serio y sabe -o sospecha- que la Corte que se tomó la costumbre de intervenir en procesos electorales provinciales en todas partes, no se va a meter con él y sus reformas.

Hoy La Nación titulaba: “Chaco: la mamá de Cecilia Strzyzowski habló del caso por el que están presos dos candidatos de Capitanich”. Y en Twitter, ante el pedido de la diputada Claudia Panzardi de perpetua para los responsables del eventual femicidio, le respondían con un facsímil de la boleta de la lista de Emerenciano y Marcela Acuña salpicada de sangre; lista que encabeza Jorge Capitanich.

Imposible no registrar el golpe político de este hecho para Jorge Capitanich, aún cuando el tipo penal del que se habla no tiene nada que ver con el armado de una coalición (en rigor, Emerenciano y Acuña no son “candidatos de Capitanich”; no integran la “lista oficial”, sino una colectora dentro de un frente). Dicho esto, es cuestión de tiempo para que toda la oposición se alinee detrás de uno de los argumentos que le proveyó el matutino del que hablábamos antes: Capitanich apuntaló a Emerenciano desde el día uno, hace ya una ponchada de años; alimentó a la bestia, es su padrino político y hasta su padrino de bodas; sin ir más lejos, el ministro de Educación Aldo Lineras celebró junto a Emerenciano que bautizaran un playón deportivo del barrio con el nombre del femicida Carlos Monzón (aunque más tarde se arrepintió por la involuntaria metida de pata). El impacto psicológico de la foto es contundente; el político, inconmensurable.

Ayer Tucumán hizo una elección histórica a contrapelo de la tendencia que se viene dando comicio tras comicio en 2023: votó más del 80% del padrón y el peronismo derrotó a Juntos por un margen abrumador. Hoy el exjuez Eugenio Zaffaroni evaluaba que más allá del apoyo a Manzur o a la gestión de Jaldo, el resultado fue una respuesta vehemente al intervencionismo de la Corte porteña. Encima, si la nueva tendencia son las palizas que recibe Javier Milei en cuanta elección participa, quizás la hipótesis de los “tres tercios” que no se cansan de repetir las encuestadoras sea más una falla en la Matrix que un dato vinculante.

Para contrarrestar el efecto Tucumán y prevenir el todavía indescrifrable efecto Formosa, en caso de que la Corte también decida intervenir, la nota de La Nación que mencionaba recién tiene dos objetivos. Uno local: influir en la pérdida de imagen positiva de Capitanich a partir de un hecho criminal que lo encuentra cercano a alguien que, de confirmarse el hecho y de confirmarse su participación, representa todo lo que la sociedad repudia. El otro objetivo es nacional: desacolplarlo -como vocero de los gobernadores de medio país- del armado de la fórmula presidencial del Frente de Todos. Siquiera para correr el eje del quilombo que tiene Juntos.

Estos son sólo algunos de los puntos que orbitan el caso policial que nos tiene en vilo a todos y todas.