4 de octubre de 2023

Historia del futuro

Opinión Política Provinciales

Por Cristian Muriel

Tan frío como la tarde del jueves fue el último discurso del gobernador Jorge Capitanich previo a las PASO del domingo. Barranqueras, la ciudad de la cábala, acostumbrada a anunciar el renacimiento del mito, anoche mostró un semblante “luctuoso”. Hasta en el tono de voz y las referencias bíblicas del mandatario se pareció más a una misa que a una celebración peronista.

La desaparición de Cecilia Strzyzowski trastornó la agenda política. La re-mapeó. En dos o tres días se supendieron todas las caravanas y actos de cierre de campaña que estaban previstos. Se imponía guardar un reverencial silencio y, dado que para la maquinaria electoral no hay mal que por bien no venga, el ahorro de plata y papelones también era, dentro de la desgraciada situación, una bendición.

A pesar de tener motivos para hacer lo mismo, Capitanich insistió en subirse al escenario del Club Don Orione. Rodeado de las caras largas, atónitas de los precandidatos y precandidatas de su espacio, Coqui explicó, una vez más, por qué el Poder Ejecutivo no tiene la culpa de que una familia -un “clan”, como lo llaman algunos medios- atentara contra la vida de una joven.

La crónica del jefe del PJ -tan meticulosa como racional- era innecesaria, toda vez que de la muerte no se vuelve, y que los detalles los tiene que dar el fiscal. También era innecesario, indecoroso, el cotillón: una docena de corazones impresos en papeles grandotes, balanceándose fríamente entre algunos asistentes del público.

Es cierto que el Ejecutivo no tuvo la culpa de la desaparición de Cecilia ni podía estar al tanto de que luego de un casamiento en secreto se estuviera llevando a cabo un “divorcio extorsivo” y un plan criminal en el seno de una familia, aunque esa familia fuera la de un coyuntural aliado político. Pero también es un hecho que los elementos ventilados del caso son tan atroces que la explicación huelga. Lo que se pide es Justicia. No explicaciones.

Quizás Capitanich pudo haber asumido desde el día uno el liderazgo de la investigación, hasta donde la prudencia y la Constitución se lo permitían, en lugar de dejar la coordinación del caso en manos de su polémica ministra de Seguridad, Gloria Zalazar, y de la secretaria de Derechos Humanos, Silvana Pérez. Pero ese tren ya pasó.

///

Por el impacto del caso judicial, los relevamientos más optimistas hablan de una pérdida de seis puntos de intención de voto en la lista oficialista de cara al domingo. Votos que podrían ir a parar a cualquier parte: a los indignados (el precandidato Olivello, que se hace pasar por periodista; el Frente Integrador del siempre astuto Bacileff Ivanoff; a Zdero, que clama “¡Vayan a votar!” porque teme que el aparato del rozismo se lo lleve puesto), o a Gustavo Martínez, que en el medio del desconcierto se lanzó a pescar en la pecera como mejor sabe hacerlo: callado.

En cuanto a Gustavo hay que decir que también se nacionalizó la denuncia de su enemigo jurado, Eduardo Aguilar, por la malversación y presunto lavado de casi 18 mil millones de pesos de su etapa en Sameep. Tardó más de lo necesario en capilarizar desde la periferia hacia las oficinas centrales de la CABA, por suerte para él, y ahora sólo tiene que hacerse el distraído hasta el domingo.

Curiosamente, los dos principales referentes del peronismo chaqueño son noticia nacional, y en ambos casos como consecuencia del daño colateral ocasionado por aliados o antiguos aliados. Heridas que no se cerraron; relaciones tóxicas que no se superaron en tiempo y forma. En contraste, los candidatos radicales, que cargan frondosas “trayectorias” sobre sus espaldas, reciben mimos alegres de Patricia Bullrich, Horacio Rodríguez Larreta, Gerardo Morales y hasta del gobernador correntino Gustavo Valdes. Todos gente bien.

////

En las PASO legislativas de 2021, Chaco Cambia + Juntos por el Cambio le ganó a Capitanich 44,93% a 38,39%. A propósito de la posterior remontada del montenegrino, en noviembre de ese año hice una analogía con “la pelea del siglo” (“Rumble in the jungle”) de 1974 entre Muhammad Alí y George Foreman.

“Bundini, ¿vamos a bailar? ¡Sí, vamos a bailar toda la noche!”, le decía Clay a su entrenador, y éste lo miraba con compasión y tristeza, sintiendo en las entrañas que, una vez sobre el ring, Foreman lo iba a destrozar. Bueno, el resto es historia.

En 2021 nadie creía que Jorge Capitanich fuera capaz de revertir el resultado. Excepto él mismo. Hasta sus dirigentes profetizaban off the record: “Coqui no gana. No llega. Pierde por cinco puntos. Achica a cuatro. Derrota digna. Los coletazos de la paliza a Alberto se sentirán en Chaco. Fin de ciclo”.

Pido disculpas por la cita autorreferencial: “Nadie creía en él. Ni la propia tropa. Porque él pedía un salto de fe y la tropa, entre memes y encuestas ad hoc, veía enfrente a George Foreman en su mejor momento. ‘Sí, Ali, vamos a bailar toda la noche’, le respondían con sonrisas forzadas y un nudo en la garganta”.

Bueno, el resto es historia.