PASO nacionales: el gran perdedor en Chaco
Opinión Política ProvincialesPor Cristian Muriel
Si tuviera que ponerle un título a la elección de este domingo, diría que en Chaco más que un gran ganador, hubo un gran perdedor: Leandro Zdero. Pero arranquemos por lo nacional.
“Argentina entra en un cambio de era”, tuiteó anoche Mauricio Macri y enseguida le tiró los perros al electorado libertario, al que se siente neoliberalmente apegado: “Sumando los resultados de Javier Milei y los nuestros, es enorme esta mayoría de argentinos que planteamos un cambio profundo”.
Van a tener que ajustar un poco la sintonía fina, porque Javier habla de “terminar con la casta” y “dolarizar la economía”, y Patricia de “doloroso ajuste”. Además ella, más que ningún otro, es “la casta”. Tienen en común, eso sí, ser anti-K y querer terminar con la grieta a balazos. Después, si Javier quiere juntar los órganos de las víctimas y venderlos, ya es cosa suya. Lo de Pato es más que nada apretar el gatillo.
En lo programático están más o menos alineados entre la ortodoxia friedmaniana y un capítulo de Dr. Who, pero eso no lo ventilan porque sus votantes no quieren programas (los programas se asemejan peligrosamente a la política, y ya lo dijimos: ¡basta de política!).
Enfrente, el resultado de UP fue malo más por su naturaleza de profecía autocumplida que por su disposición final. Pusieron la vara en 32 puntos completamente al pedo, pero aún así Massa sacó más votos que Bullrich, que sacó más votos que Larreta.
Luego está el fenómeno Milei. Ayer los periodistas se echaban la culpa y culpaban a las encuestadoras por no haberla visto venir. Cifraban en operaciones de la prensa macrista la ilusoria caída de popularidad de Javier. Fracasó el intento de bajarlo después de haberlo inflado de manera desmedida, decían. En fin, que casi nadie la pegó.
Ya en el hotel Libertador Milei se hizo el canchero, pero unas horas antes no sabía si iba a sacar menos de 15 puntos o más de 30. Y ni a gancho calculaba que le iba a ir tan bien. Claramente a 7.116.352 argentinos y argentinas la política actual no los representa.
Pero seamos realistas: hace un año, cuando Massa asumió como ministro de Economía, la prensa hegemónica ponía en duda el intento de magnicidio contra CFK y contaba las horas para la partida de Alberto en helicóptero. Ayer fuimos a votar con una inflación interanual de 115,6% y una pobreza que podría llegar a 42, 43%. ¿En serio nos fue tan mal?
Recordemos que en las polarizadas PASO de 2019, con una inflación del 55% y el dólar en $46,20, Macri terminó 15 puntos abajo de Alberto -47,37% a 32,23%- y al otro día acaeció el recordado “lunes negro” en la city porteña.
UP sacó 27,27% en un escenario de tres tercios real. Es un notición. La campaña arranca hoy mismo. No me parece un mal comienzo.
Vuelvo al Chaco.
Antes que nada: mi hipótesis “sociológica” sobre las PASO provinciales del 18 de junio es que una parte significativa de la ciudadanía pedía “un cambio”. Un cambio indiferenciado, un “otra cosa” distinta a “esta cosa de acá”. Todo eso atravesado por el caso Cecilia y el malestar generado por los piquetes, la inseguridad y la inflación. Leandro y Polini encarnaron sólo en parte esa idea de cambio, pero se comieron el viaje.
Post-PASO, los estrategas de Zdero entendieron por dónde había que ir: la clave para que su candidato creciera era instalar su cara en todo el territorio. No tenía que abrir la boca -cuando lo hizo, cobró- y sus propuestas no tenían que parecerse a un programa de gobierno, por lo mismo que dije más arriba: si parecían propuestas políticas, sería automáticamente asimilado a “la casta”.
Persistía en la gente la apelación costumbrista a la corrupción, la inseguridad y la inflación -problemas reales, endémicos de los barrios- pero todo indicaba que había que ceñirse a generar una oferta rigurosamente cosmética. A su juego lo habían llamado al bueno de Zdero. El problema es que Zdero, aún sin quererlo, también es “la casta”.
En mi opinión, el resultado en Chaco de las PASO nacionales de este domingo pone las cosas en su lugar y resuelve las incógnitas respecto a la aparente irracionalidad en el comportamiento electoral de los últimos meses.
Primero, porque el candidato impulsado por Jorge Capitanich se llevó un triunfazo.
Segundo, Milei. Cuac. Porque el malestar, la voluntad de cambio no de proyecto sino de estado de situación, de sensaciones, ese sopapo a la cara de “la casta” cuya propiedad intelectual y espiritual le corresponde exclusivamente a Javier Milei, fue a parar, como no podía ser de otro modo, a su persona. Milei no tiene delegados. Atiende en Buenos Aires.
Tercero, Zdero. Cuac, cuac. Su candidata, Patricia Bullrich, sacó menos de 100 mil votos. Su fuerza política, Juntos por el Cambio, con todo y que se jugaba una verdadera interna, terminó más de ocho puntos abajo del oficialismo.
Pero en septiembre Milei no va a ser candidato a gobernador. A la luz de estos resultados, el desafío de Capitanich será interpelar a los 180 mil ciudadanos y ciudadanas que votaron a Milei, y a ese 4% que votó en blanco. Poner en valor lo que se hizo, pero escuchar atentamente lo que le piden que haga de ahora en más.
Respecto a Zdero, insisto: fue el gran perdedor de este domingo.