El gran debate Chaco 2023: de pibes troscos y herederos inesperados
Opinión Política ProvincialesPor Cristian Muriel
Ojalá me recontraequivoque en lo primero y recontraacierte en lo segundo. Mi pálpito es que Milei va a ser el próximo presidente de todos, todas y todes, y que Jorge Capitanich va a ser reelecto en la provincia.
Creo que la gente se volvió loca y decidió tirar la casa y sus derechos por la ventana; por eso gana Milei. Pero justo antes de lanzarse, justo antes de clavarse todas las agujas del costurero en los globos oculares, los chaqueños y chaqueñas, en un rapto de lucidez, volverán a apostar por un gobernador que los defienda cuando el loco de la motosierra ponga primera. Por eso gana Coqui.
Pero miremos el Chaco, porque el debate de candidatos dejó tela para cortar: Capitanich busca ser reelecto para profundizar la transformación que inició en 2007. Gustavo debería haber sido su heredero político. En cuatro años tendría que estar inaugurando una nueva Era peronista. Alternancia sí, pero del palo.
En lugar de eso, entre barquinazos, refundaciones y cambios de look, el intendente de Resistencia se convirtió en un furioso adversario interno, y hoy, con un partido vecinal, una sigla a la que le cambió el nombre tres veces, está de oferta, con los labios pintados y las mejillas llenas de colorete. Ya no quiere ser gobernador; se conforma con que le tiren un hueso. Pero está de culo y no se le pasa.
Contradictorio, construyó poder con los movimientos sociales y cooperativas y hoy los niega tres veces. Al piquetero Barraza lo inventó él cuando armó un engendro colaborativo entre el entonces Ministerio de Desarrollo Urbano y Ordenamiento Territorial y Sameep, con contrataciones cruzadas que en su momento blanqueó el expresidente de la empresa, Pablo Sánchez. Gustavo empoderó a los Barrazas y hoy se los tira por la cabeza a Capitanich. No soporta el peso de su propia historia, y en vez de administrarlo en terapia, de aprender a vivir con sus fantasmas, lo usa como arma.
Pero veamos: no todas sus críticas están mal; cuando en el primer debate analizó las estrategias de seguridad en los barrios, daban ganas de nombrarlo ministro de ídem. El problema es que se para afuera de la realidad, igual que Leandro Zdero, como si hubieran salido de un repollo.
Como dijo ‘Capi’ Rodríguez: “Les tirás una pala y no saben qué hacer”. También dijo que Capitanich “equivocó el camino”, lo cual es opinable, pero a estos dos los trató de holgazanes que hace treinta años viven del Estado. Sí, el dixit es del tipo que lucha contra “la casta”.
EL PEQUEÑO DEBATE
Hay varias cuestiones pasibles de análisis en los debates electorales (que por suerte terminaron para seguir maratoneando series en Netflix antes de que Milei nos dolarice el sueldo y pasemos a cobrar 24 dólares por mes). Cosas como el lenguaje corporal o la pilcha. O los ejes temáticos que propone la ley 2113-Q.
Respecto a esto último, deberíamos aclarar que las condiciones del debate son completamente asimétricas. Por un lado, porque está ahí parado el candidato que sigue en el ejercicio del poder; la persona que tiene que revalidar el título. Imaginad allí a Ángel Rozas defendiendo los trapos de la gestión de Roy Nikisch. Exacto: es como Massa defendiendo la gestión de Alberto.
Capitanich sabe que la gente no vive del pasado. Pero si venís de inaugurar dos escuelas y pavimento en la víspera, de entregar viviendas y títulos de propiedad y de poner en marcha dos grandes fábricas apenas unas horas antes, ¿vas a hacer de cuenta que eso no pasó? ¡Fáquiu men! Si me van a criticar, por lo menos levanten la vista de sus propios ombligos y miren alrededor.
Es cierto: tiene que prometer algo. Pero a decir verdad, su mejor promesa es mostrar que seguirá laburando para inaugurar más obras, entregar más viviendas, abrir más fábricas. Por eso habló de que el cambio se hace todos los días, y no apretando un botón. ¿Hay cosas para mejorar? Más vale.
Los ejes temáticos también ponen en aprietos a sus adversarios, obligados a presentar propuestas alternativas cuando, bien los saben ambos, el camino es el que marcó Capitanich: las obras, el trabajo y las viviendas. Entonces, ¿cómo decir que queremos hacer lo mismo, sin decir que queremos hacer lo mismo?
Gustavo apeló a trosquearla por derecha; por momentos coqueteó con su pasado peronista y después armó una ensalada mixta con radicales, nacionalistas, socialistas y todos los hombres de bien que quieran habitar el suelo chaqueño. Parecía un Aurelio Díaz lisérgico y se despidió pidiéndole a Capitanich que si llegaba a ser reelecto se quedara los cuatro años correspondientes en el Chaco, y no se fuera al gobierno nacional aunque se lo pidieran de rodillas. Fue conmovedor.
Y lo de Zdero fue peor, porque su anecdotario de maestras rurales cruzando El Impenetrable y enfermeras pidiendo insumos no le alcanzó para mostrarle a la gente que en serio tenía alguna propuesta de transformación del sistema educativo y del sistema de salud.
Tanto es así, que insistió, como un mantra, en un eslógan que muestra hasta qué punto, más que el enemigo de Coqui Capitanich, decidió presentarse como su heredero y continuador: “Las cosas que se hicieron bien no las vamos a cambiar; las que se hicieron mal las vamos a corregir; las que no se hicieron, las vamos a hacer”. ¿Entendí mal o esa frase debería haberla dicho el gobernador?