5 de octubre de 2023

La Resistencia

Opinión Política

Por Cristian Muriel

A veces, cuando un equipo pierde, la responsabilidad es del técnico. Este es el caso. Jorge Capitanich tomó y bancó decisiones bravas, fue inflexible, y sin un PJ y aliados con la fuerza o el predicamento para invitarlo a la reflexión, todas las objeciones fueron sepultadas. “Donde manda capitán”, decían.

“Agradezco al pueblo del Chaco por haberme dejado servirlo con pasión en defensa de los intereses de la provincia; siento una gran satisfacción por todo lo hecho”, dijo en el breve mensaje que compartió con la ciudadanía al reconocer su derrota en primera vuelta, mientras el pueblo peronista asistía perplejo a un espectáculo que pensó que nunca tendría la desgracia de presenciar.

En ningún momento Capitanich se permitió el “nosotros” porque no lo había. Había sido el proyecto personal de un tipo brillante, un estadista; pero no un proyecto colectivo.

He ahí el eterno dilema: Soda sin Cerati, ¿es Soda? ¿Y los Redondos sin el Indio? Se entiende la idea: si no prosperó en su tiempo el peronismo sin Perón, el peronismo chaqueño sin Coqui, ¿qué es?

Disclaimer: si esta noche Capitanich hubiera sido reelecto estaríamos glorificándolo, pero jugó y perdió y ahora es el único responsable. No hay otro: ni Gustavo ni sus ministros ni Alberto Fernández ni la invasión a Ucrania. Y más adelante se entenderá por qué digo estas cosas.

Respecto al gobernador electo, Leandro Zdero tuvo la suficiente astucia para no abrir la boca, porque cuando la abrió la cagó. Si Zdero representaba el cambio, entonces tenía que oponerse a todo lo que era Coqui: frente a la verborragia de Capitanich, el mutismo; frente a sus porcentajes y series estadísticas, las frases de paquete de chocolatín. Hizo lo que tenía que hacer. Se aprendió el algoritmo para resolver el cubo Rubik.

Digo esto mientras frente a Casa de Gobierno un puñado de militantes peronistas con cuatro banderas flamantes y un pasacalles con olor a esmalte sintético fresco despiden al gobernador al son del “Dale Coqui, dale dale Coqui”, con la misma melodía con la que hasta no hace mucho en Buenos Aires se entonaba el “Presidenta, Cristina Presidenta”. ¿Qué partido estaban viendo?

Acaban de perder por 13 puntos en la capital chaqueña, su distrito. Tuvieron cuatro años para movilizarse, para meterse en los barrios y empoderar a los poriajú pero se acordaron en el estribo. Ojalá hayan hecho algún curso en el Informatorio o hayan aprendido plomería, porque ahora van a tener que laburar.

También imagino el dedo acusador contra Gustavo, contra Chiyo, y pienso que un arreglo a tiempo pudo haber evitado este resultado. Ya sé: contrafácticos. Además, yo mismo banqué la coherencia de Capitanich al no ceder a presiones y pedidos imposibles.

Leyendo el último tuit de Gustavo en el que dice que “hoy los chaqueños comienzan a ser artífices de su propio destino y dejan de ser instrumentos de las ambiciones de otros”, lo confirmo: Gustavo no es peronista. Es una mezcla discepoleana de matón y caricatura. Y todavía le queda enfrentar a Roy Nikisch. Ese sí que es silencioso.

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No faltará el que diga que atribuir la derrota electoral de Capitanich a su planteo táctico es injusto, porque hubo un contexto económico nacional que nos sacudió con violencia. Pero también hubo peronistas que ganaron en todo el país a pesar del contexto económico. Gildo ganó por paliza. Y hace pocas semanas Sergio Massa se impuso cómodamente en Chaco.

Asumiendo que Leandro no hizo mérito alguno, la culpa no fue de Gustavo, de César Sena ni de LN+. En la entrevista que le hice a Capitanich hace unos días, cuando le pregunté cómo se explicaba que JxC ganara las PASO provinciales y terminara tercero en las PASO nacionales, me dijo -condescendiente- que estaba mezclando peras con manzanas.

Tenía razón: Chaco seguía siendo peronista, pero una gran parte de la población -un 46% y moneda, a esta hora- lo responsabilizaba a él por la mala situación general, y quería verlo perder a él. Hoy quedó demostrado. Toda esa fuerza centrípeta podía atraer amor y votos, pero también la bronca de 725 mil chaqueños y chaqueñas.

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Dicho esto: los posibles errores de Coqui Capitanich empiezan y terminan en estas dos o tres cuestiones puntuales. En la logística de la campaña. En la elección de ministros que no daban el piné. En la porfía de sostenerlos. En los arreglos que no fueron. En las desgracias acaecidas. En la falta de voluntad -sintomática en los grandes líderes- para iniciar un legado.

Los números no mienten: la transformación en materia de infraestructura que hizo Capitanich en esta provincia es histórica, y justamente la historia dirá que fue el gobernador que más hizo por esta provincia, por más que Zdero, con sus lacónicas reflexiones de Horóscopo de chicles Bazooka, diga que le dejaron “una bomba de mecha corta”.

Revisando el escrutinio provisorio está claro que a las familias chaqueñas todas esas obras les importan tres carajos. El malestar político es esa cosa espesa que se mete lentamente en tu psiquis y se convierte en represalia cuando estás en el cuarto oscuro. Culparías al carnicero, a la cajera del supermercado, pero te ponen la foto de Coqui ahí adelante y listo: ya sabés a quién culpar.

Por cierto: soy un convencido de que el peor déficit que tiene nuestro pueblo es educativo, y desde la Ley Federal de Educación de Menem para acá las cosas sólo empeoraron. El pueblo no se equivoca; simplemente no tiene la más puta idea de lo que está votando.

Punto y aparte.

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El 11 de diciembre arranca una nueva etapa: la Etapa de la Resistencia. Quienes anticiparon el fin de ciclo de Jorge Capitanich -Ángel Rozas el primero- finalmente, dos o tres elecciones después, se dieron el gusto (lo que Rozas no sabía era que también a él se lo estaban llevando puesto; es posible que Convergencia Social pueda colar algún ministro en el próximo gobierno, pero su cotización cayó en picada y está -políticamente- más cerca del arpa que de la guitarra).

¿Pero qué pasa con el peronismo y con el amplio espectro progresista del Chaco? ¿Qué pasa con los movimientos sociales que, con sus diferencias con este gobierno, entendieron que el camino era hacia la mayor distribución de la riqueza, de la tierra, de la vivienda, de la renta?

Arranca una nueva etapa. Es improbable que lo que no propuso Leandro Zdero en toda la campaña lo vaya a plantear cuando asuma; que sus diatribas contra los movimientos sociales y contra las libertades individuales y colectivas, que su idea de repartir pistolas taser, vayan a modificarse de la noche a la mañana. Zdero viene a saldar cuentas, a revalidar vínculos, a ajustar, a castigar. Y creo, personalmente, que también viene a saquear. No sé si él o algunos de sus adláteres.

Algunos movimientos sociales que lo puteaban serán sus nuevos aliados en la periferia; otros se quedarán aislados. Algunos empresarios que lo bancaron tendrán obras -si es que el futuro gobierno nacional las provee-; otros caerán en desgracia. El apoyo de Gustavo Valdés no fue módico, no fue ideológico: habrá que prepararse para ver muchos correntinos a cargo de la cosa pública chaqueña. Y así con todo.

La paridad en la representación parlamentaria pondrá a los diputados y diputadas del Frente Chaqueño a luchar por algo más que un puñado de leyes. Tendrán el rol de encabezar la resistencia peronista; el camino a la recuperación del gobierno. Esos referentes están encabezados por Santiago Pérez Pons y Pía Chiachio Cavanna, entre otros. Okey.

Hay mucho por hacer. A no desfallecer.

Finalmente: ¿estará Jorge Capitanich dispuesto a ser el portador de la bandera de esa recuperación? ¿Asumirá el rol de conductor o, en el peor de los casos, consultor externo? ¿Se dedicará a la actividad privada? ¿Y qué pasa con los pibes y pibas que pedían pista? Todo está por verse. Empieza una nueva etapa. La etapa de la resistencia peronista.

Acá estaremos. Monotributistas pero guapos.