Pase de facturas
Opinión Política ProvincialesPor Cristian Muriel
-Agachate que ahí pasa una factura. ¡Uf!, eso estuvo cerca. ¡Cuidado!, ahí viene otra. (Cómo se llama la obra: “Pase de facturas”).
Calculaba el periodista Bruno Martínez esta mañana que en un escenario de unidad, los cinco puntos del CER le hubieran dado el triunfo al Frente Chaqueño. No es por el contrafáctico: es un dato político. El CER hizo como el alacrán que pica a la rana que lo ayudaba a cruzar el arroyo.
Pero si hacemos zoom, tal vez el temperamento adoptado por Gustavo Martínez no sea tan descabellado. Quizás se dio cuenta, tan luego, de que con Capitanich nunca iba a llegar a ninguna parte, que jamás sería su legatario, que era uno o el otro o ninguno: tertium non datur.
En una evaluación post-PASO provinciales, un encuestador nacional había responsabilizado a Capitanich por permitir que el peronismo saliera a la cancha tan dividido. Más allá de las variables de la economía, le reprochaba su obcecación. En el camino hacia las generales esa grieta no se saldó.
Ahora los gustavistas culpan a Capitanich por la soberbia. No dicen que aparte de reclamarle un Poder del Estado y medio, le exigían criminalizar la protesta social y voltear ministros aún antes de que terminara el actual mandato. La única salida de Capitanich para el nudo gordiano que le proponía el CER en caso de aliarse era capitular o ganar a lo Pirro.
Por su parte, los aliados progresistas que aplaudieron que Coqui se sacara de encima a Gustavo, le reprochan no haberlo hecho a tiempo e, igual que los gustavistas, lo acusan de haber mantenido zánganos en el gabinete.
Para unos y otros el único mariscal de la derrota es Jorge Capitanich. Seré reiterativo, pero una cosa es que el DT del proyecto político sea el responsable; otra es que sea el único.
Por cierto, es en este punto que se revaloriza el desdoblamiento electoral que impulsó Gustavo Martínez para Resistencia. Ese domingo 5 de noviembre, a un mes del fin de ciclo de Jorge Capitanich, el peronismo huérfano y en situación de calle tendrá que decidir si unge a Eli Cuesta o a Diego Arévalo para no perder la capital provincial. Si no logra alinearse, el 2023 será recordado como su peor año político en décadas.
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Zdero cosechó 315.375 votos. El 46% votó “el cambio”. El 54% votó otra cosa. La sociedad está dividida. Por supuesto es un triunfo irreprochable, y el hecho de que haya sido en primera vuelta lo releva de pagar cuentas a quienes le hicieron un guiño de cara al balotaje. No le debe nada a nadie, al menos en esta provincia.
Si todavía es un enigma con qué gobierno nacional tendrá que convivir, al menos Zdero ya sabe que durante los próximos dos años la composición de la Legislatura provincial lo obligará a negociar cada ley.
Su desafío inmediato es usar toda su pericia para persuadir a las dos diputadas gustavistas y al escurridizo y volátil Atlanto Honcheruk de votar un presidente o presidenta radical. De lo contrario, si los 16 diputados peronistas se abroquelan (tienen uno más que JxC) y le ofrecen a Darío Bacileff Ivanoff la oportunidad de volver a presidir el parlamento, el radicalismo tendrá dos años cuesta arriba en la Cámara de Diputados.
Pero hay otra cosa que no puede esperar. El 11 de diciembre Zdero comenzará a gobernar una provincia con decenas de miles de personas asistidas económicamente por el Estado. Naturalmente, no podrá cortar esos planes ni siquiera para actualizar la base de datos porque la provincia se convertiría en un polvorín. De nuevo, tendrá que usar toda su pericia para hacer exactamente lo contrario de lo que dijo que iba a hacer: apropiarse de esa cartera de clientes y ponerla al servicio de su propio proyecto.
Ojalá gobierne mejor de lo que legisló.